Dejar de des-comprar
libros y empezar a descargarlos
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Javier Garat | Ilustración Matías Fernandez Schmidt
Los derechos de
autor, atravesados por las posibilidades de Internet, se encuentran
en un proceso de cambio cuyo resultado es aún incierto. Los casos de
Cuevana, Library.nu, Megaupload o la demanda absurdamente borgeana de
María Kodama a Pablo Katchadjian -por publicar un cuento de Borges
engordado con textos propios-, demuestran que hay una puja entre las
promesas de libertad que solían ofrecer las nuevas tecnologías y el
dominio de las corporaciones y el marketing. A pesar de que la
balanza hoy se inclina hacia las rancias estructuras de poder,
existen focos de resistencia que anuncian posibles fisuras.
El proyecto que
imaginaron Evaristo y Javiera (cuyos nombres reales han sido
modificados para preservar su identidad) guarda algo de ese espíritu
de cambio. Bibliosoc es, en términos simples, una biblioteca
virtual de ciencias sociales desde la cual se puede acceder a la gran mayoría de los textos que componen la bibliografía
de todas las carreras de ciencias sociales de la UBA. “Somos
un grupo de estudiantes que venimos hace años pensando maneras de
fomentar una mayor gratuidad de la educación universitaria desde la
mirada de las restricciones que genera el acceso a la bibliografía
por los costos que tiene”, explica Evaristo mientras Javiera
asiente y toma la palabra: “Tuvimos un montón de charlas con
respecto a los derechos de autor, la industria editorial y la
situación concreta de los estudiantes. Se nos ocurrió la idea de
armar la biblioteca y decidimos que era una manera interesante de
operar sobre la realidad. Encontramos un espacio para desarrollar
esto en el centro de estudiantes. La propuesta se escuchó e impulsó
desde ese lugar”.
La iniciativa es una
instancia más en la disputa por la socialización del conocimiento.
“Hoy en día la industria editorial impide la democratización de
la cultura escrita porque uno tiene que acceder a esta a través del
mercado. Lo que significa que si yo quiero leer un libro tengo que ir
a una librería y pagar un precio que
está muy por encima del costo, tajada que no se llevan los
escritores sino toda la industria que hay entre ellos y los lectores.
Yo me pregunto: ‘¿Qué pasa si no tengo plata?’”,
reflexiona Evaristo.
Si bien es un
atentado a los derechos de autor tal como se conciben hoy, la idea es
crear una nueva forma de sostener la creación: “Es un debate que
permite preguntarse cuáles son los derechos de los autores, cómo se
beneficia la creación de nuevo conocimiento y cómo tienen que
intervenir en ese nuevo marco las industrias editoriales. Nosotros
creemos necesaria una fuerte transformación en este mercado porque
hoy en día, en vez de facilitar el acceso a la cultura escrita, lo
que hace es quebrar la relación entre el escritor y el lector”,
afirma Javiera.
“Hay que tener en
cuenta, además, la dificultad de publicar en papel. Los autores no
consagrados tienen que enfrentar fuertes dificultades y hasta poner
dinero de su bolsillo. Los autores de ciencias sociales no viven de
la venta de libros. Por eso, Bibliosoc es una apuesta para que
el dinero no sea una restricción para leer ni publicar”, cierra
Evaristo. Entendiendo que su proyecto se enmarca en una situación
más grande y compleja, cuentan que
están pensando formas de apoyo para autores, músicos y artistas en
una lucha por sus derechos a tener, por ejemplo, jubilaciones,
subsidios y salario mínimo.
“Bibliosoc
pretende ser un proyecto político, colectivo y académico teniendo
en cuenta que está enmarcado en un contexto no solo nacional sino
mundial de avances de normas, leyes y regulaciones restrictivas a la
difusión de la cultura en Internet”, explica Evaristo y Javiera
concluye: “Se hace necesario un nuevo modelo de derechos de autor,
de producción, creación y reproducción de la cultura escrita, en
soporte material o digital. Queremos mostrar que se pueden hacer
cosas concretas que también tienen ínfulas universales. Digo,
Internet no es joda. El tiempo esta pasando muy rápido y nosotros
somos parte de cómo se va moldeando
con nuestro granito de arena”.
Aún con las
limitaciones que sus propios creadores reconocen, este proyecto busca
una transformación real. Lejos de la apatía o de las grandes ideas
de otras militancias, ellos observaron un problema concreto y
pensaron la manera de resolverlo. Esta voluntad de cambio encuentra
fuerzas renovadas cuando se recuerda que un pibe de 20 años creó
Cuevana en una habitación de estudiante en Córdoba y puso de
rodillas a toda la industria audiovisual. El panorama está planteado
y la balanza inclinada. Lo que queda es recordar que un puñado de
sujetos puede patear el tablero y plantear sus propias reglas.
Sobre el asunto de María Kodama, creo que el tipín estuvo flojo en no pedir autorización a María Kodama y demás dueños de los derechos de JLB. Supongo que dada la situación del escritor, no habría habido problemas relevantes en conseguir la autorización para usar los textos, especialmente en un proyecto como el que finalmente concretó.
ResponderEliminarSobre lo demás, creo que están resolviendo el problema equivocado. Habría que generar más material original, licenciarlo con bajo alguna licencia pública o alguna no-licencia (no sabría si existe algo así para este tipo de propiedad intelectual, pero _debería_; el software tiene su Unlicense) y distribuirlo a través de la internets. Algo que me gustaría mucho ver en el futuro cercano es producción intelectual de los estudiantes (tesis, monografías, ponencias, investigaciones, estado-del-arte de las materias que se cursan en cada carrera, etc.). Creo que eso es mucho más valioso que el PDF de El Suicidio, de Durkheim. Y nada de esto está online o accesible de alguna manera a quienes quieren leer más sobre las disciplinas a las que atienden en su alma máter para encender sus pasiones y motivarlos a trascender el garrón espiritual de vivir el discurso político over, and over, and over, and over. And over.