La historia de un libro es la historia de un proyecto: la segunda traducción al inglés del clásico de Horacio Quiroga Cuentos de la Selva es también una historia de amor y una experiencia de crowdfunding.
Cuatro personas, en dos continentes diferentes, conectados por Skype, Facebook y mail. Dos en Buenos Aires, una en Nueva York y la cuarta en Berlín, y entre ellos un lugar y ocho relatos traducidos: la selva misionera y los Cuentos de la Selva, de Horacio Quiroga. Jungle Tales es la segunda traducción al inglés del libro de cuentos para chicos que el escritor uruguayo publicó en 1818, cuando vivía en un sótano húmedo de la calle Agüero con sus dos pequeños hijos. Muy lejos estaba la selva que lo había inspirado, esa selva donde construyó una casa y llevó a sus dos esposas.
“La gente cuando habla de Quiroga siempre dice que es muy trágico y no habla de sus obras”, se queja Jeff Zorrilla, un cineasta neoyorquino que se pasó un año traduciendo los cuentos en el bar San Bernardo de la calle Corrientes. Él y su novia, la argentina Natalia Cortesi, editaron y publicaron esta versión del libro de Quiroga gracias a una campaña de Kickstarter, la primera plataforma de crowdfunding que existió en Estados Unidos. Así, llegaron a recaudar siete mil dólares que les sirvieron para imprimir y encuadernar en Nueva York dos mil ejemplares que ahora se apilan entre Buenos Aires y la Gran Manzana mientras ellos se mueven para venderlos en librerías y ofrecerlos en escuelas. El domingo 6 de abril a las 19 hs, se realizará la presentación del libro en Argentina, en la librería Walrus, en Estados Unidos 617.
“Eso que nos decían que no había mercado entre los lectores de habla inglesa resultó ser mentira (...) hay mucho interés por textos de origen hispánico traducidos”.
“De este libro me gusta mucho la ambigüedad de la naturaleza que por un lado es terrible, porque hay dolor, hay violencia y hay oscuridad. Pero también hay solidaridad, entre la naturaleza y de la naturaleza para con los humanos”, explica Cortesi. Esta oscuridad que siempre se asocia a la literatura de Quiroga y que no tiene problemas para meterse en las aulas argentinas cuando los chicos leen por ejemplo La tortuga gigante (el primer cuento del libro), no pasó el filtro de la pacatería norteamericana que educa a sus niños con Winnie the Pooh y Hi 5. Las editoriales que consultaron juraron que no había mercado en habla inglesa para esos cuentos. “Dejamos estar el proyecto durante dos meses, medio decepcionados, no teníamos idea de cómo publicar un libro – cuentan entre los dos-. Y eso que nos decían que no había mercado entre los lectores de habla inglesa resultó ser mentira, porque el interés que encontramos resultó ser enorme, la comunidad latina en Estados Unidos es enorme y hay mucho interés por textos de origen hispánico traducidos”.
Alguien les recomendó hacerlo por Kickstarter. Tardaron un mes en armar el proyecto. Un mes que definen como “un curso intensivo de todo”. “No me voy a quejar el crowdfunding, que está buenísimo, pero requiere un montón de laburo, sobre todo porque no teníamos un nombre”, marca Natalia. Pero sí tenían un nombre, el de Quiroga, y eso terminó ayudándolos mucho. Por tratarse de Quiroga, la embajada de Uruguay en Estados Unidos llegó a incluir la información sobre la campaña de financiación en su gacetilla de prensa. En Kickstarter pidieron siete mil dólares. Para presentar el proyecto hay que justificar ese monto, entonces se pusieron a investigar: “Íbamos a las librerías y agarrábamos los libros y en vez de leer la parte de atrás tocábamos los papeles, mirábamos la tipografía, no teníamos ni idea ni de precios, ni sabíamos cuánto salía imprimir un libro”, se acuerdan ahora en el departamento que comparten en Villa Crespo.
En ese momento, el libro que hoy llama la atención primero por el poder de las ilustraciones del holandés Bert Van Wijk, era un montón de papeles pelados. A Van Wijk lo encontró Jeff mientras googleaba los nombres de los cuentos. “Busqué The Giant Tortoise y encontré esta imagen”, cuenta. Abre el libro en la página 15 y muestra la primera ilustración a página completa: el cazador descansa sobre el lomo de la tortuga gigante, moribundo, y el cielo es amarillo. Esa primera imagen lo fascinó porque no esquivaba la idea de la muerte, se hacía cargo del conflicto por la supervivencia que atraviesa los cuentos de Quiroga pero no dejaba de tener cierta impronta infantil. “Le escribí contándole el proyecto y él me dijo que siempre quería ilustrar ese libro”, agrega en un español que por momentos se le resiste. Van Wijk es holandés y ahora vive en Berlín, pero antes vivió cuatro años en Argentina, donde conoció la literatura del uruguayo. Con él, Europa ingresó en la conexión internacional: Natalia y Sandra Renfigo, diseñadora colombiana que vive en Buenos Aires, trabajaban en el libro desde acá, Jeff en Nueva York y Van Wijk desde Alemania.
Las oraciones de Quiroga, repleta de aclaraciones, convirtieron la traducción que empezó como un juego en un trabajo duro que llevó casi un año: “Era un hijo de puta, la verdad, porque las oraciones son larguísimas, y hay muchas comas con explicaciones y eso es muy difícil”, admite Jeff cariñosamente. Como traductor tomó la decisión de mantener las oraciones con su extensión original, para respetar el estilo de Quiroga. Jeff ya sabe cuál será su próximo proyecto, para el que aplicó a una beca del Gobierno de Estados Unidos: quiere traducir Los Lanzallamas, de Roberto Artl, que aún no tiene versión en inglés.
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