martes, 30 de abril de 2013

Entre el éxtasis y la caída


El poeta y periodista Federico Fahsbender presenta su segundo libro de poemas, 
La imagen que profana y destruye.

Txt. Andrés Kilstein - @nofumarx | Ph. Laura Grosskopf - @laugross 


La imagen que profana y destruye es el segundo libro de poesía de Federico Fahsbender, luego de Grimoire de las chicas de Emi (2010), ambos publicados por el sello Nulú Bonsái y llega luego de su guión para el comic Hazme reír (2011). Visceral, oscuro y por momentos esotérico, inscripto en una suerte de género Dark Metal de la poesía, el nuevo libro que presentará en la Casa del Bicentenario a principios de este mes compila poemas de los últimos dos años y está escrito desde la necesidad y la añoranza de Edades de Oro postuladas. 

De colores ocres y trazos intensos, el relato lírico expone una carga seria de conmiseración, que nadie que escriba sobre sí mismo puede evitar. El periodista que en doce años ejerció su profesión y oficio en una heterogénea carta de medios, habló con Cultra y profundizó sobre su obra más reciente.

¿Cómo describirías tu libro a una persona que no lo conoce?
Está escrito desde la conmoción, desde la vergüenza hasta el vacío, que es la imagen que profana y destruye, eso que tenés enfrente tuyo que te invade los ojos y te caga la vida. Es un libro sobre vínculos: sobre renunciar a vínculos, reclamarlos, honrarlos, construirlos. Es una búsqueda de trascendencia, acechada por espectáculos de horror o de belleza, como estar solo ante las multitudes de la muerte.

Hay varios elementos autobiográficos como la presencia de tu hermano menor Fernando o la enfermedad severa de tu madre
El cáncer de mi madre no es un dato biográfico real, ella sigue con vida. Varios poemas hablan de su muerte y una especie de transformación espiritual post-mortem después de un cáncer muy cruento. Perdí a mi papá a los 6 años, muy de repente. Y a fines de los ’90 mi madre, sostén de la casa, se enfermó. Me miraba con Fernando y me preguntaba: “¿Qué pasa si nuestra mamá se muere?”. Quería hacer partícipe a mi hermano de esa fantasía. Es un episodio que dispara parte de la obra.

Hay fechas que se repiten en el texto: 1989, 1996 y 1997. ¿Son años para ser interpretados por el lector?
Es una escritura biográfica, aunque a veces esté codificada o hecha fantasía. Aquellos fueron años traumáticos, serpenteantes, entre el éxtasis y la caída. En el año ‘97 incorporé mucha cultura death metal, hardcore, punk, skate, comic, juego de rol y empecé a separarme del mundo que me rodeaba y buscar un marco de pensamiento en esa cultura que absorbía. Ahí conformé el vocabulario que me compone hoy. El ejercicio de lectura que propongo es que cada lector observe su 1989 o su 1996.

¿Creés que el lector que se puede sentir atraído por tu trabajo tiene algún interés en lo mórbido y la sordidez del mundo?
El factor sórdido y lo sentimental están unidos muy estrechamente. Si leés Shakespeare, en todas las obras hay un momento de celebración y uno de tragedia, aunque mis celebraciones no sean tan explícitas. Cuando mirás a la oscuridad es porque conocés la diferencia, porque sabés que hay otra cosa. Mi libro anterior tenía imágenes mucho más pérfidas.

Se presentan elementos esotéricos, puntualmente en las ilustraciones que tomás
Las ilustraciones son sacadas de Diferentes pasos de la manifestación, un texto hermético del siglo XVII. El esoterismo está mega presente, desde el uso de la terminología hasta la búsqueda de disciplina. En todo el libro hablo de cómo busco unirme a mi Dios y comprenderlo. Él no está fuera de mí sino que es la instancia suprema de mí mismo. Es muy socialmente punible hablar de Dios en poesía con insistencia.

¿Alguna vez leíste en vivo las piezas de La imagen…?
Siempre. He leído todos los poemas. Excepto algunos pocos que no funcionan en vivo. Hay algo de acting, de ponerle el cuerpo, que constituye a mi poesía. En el libro aparece muchísimo el término “todos ustedes”, una marca de oralidad y de complacencia, envidia o ánimo de venganza hacia el oyente.

¿Cómo ves el circuito de poesía en el que te movés?
Muy sólido en ciertos aspectos, con un ánimo enorme de creatividad, y a su vez veo mucha fragmentación, están todos muy separados entre sí. Lo entiendo pero en una visión macro no asegura un buen resultado final. Hay también gente que lee en público y no está preparada, que no llegó a un momento de calidad en el texto, que trabaja con repetición de estereotipos, como la nena sweetie, la minita kitsch o el chabón surrealista tanguero. Puede ser divertido, pero no quiero que las cosas me den igual.

¿Cómo performador de la oralidad, cuán cerca o lejos te sentís de una persona que hace stand up?
Son circuitos que no se tocan. Últimamente en la poesía hubo una superposición con cierta forma de stand up que no comparto. Es como un actor que le faltan cinco para el peso, una mediopelidad que no me convence. Si ves la poesía a cincuenta metros sí es un stand up, es una persona hablando de un escenario con un micrófono. Pero de cerca, lo que sucede es otra cosa.




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