martes, 28 de junio de 2011

Cincuenta años sin Hemingway


Txt Lucía Levy / Ph edit Anabella Aguillar















Estaba usando una bata y el pantalón de su pijama. Lo encontró su mujer, Mary, que se despertó con el estruendo ensordecedor del disparo de la escopeta. Sobre el piso del hall, Ernest Hemingway estaba inmóvil, muerto. 

Nunca se supo con exactitud si lo que sucedió esa mañana del 2 de julio de 1961 en la ciudad de  Ketchum, Idaho, fue un suicidio o un simple accidente. Aún shockeada por lo ocurrido, la última – y cuarta – esposa de Hemingway aseguró en ese entonces al diario The New York Times que su marido estaba limpiando la escopeta de caza que tanto usaba y, que sin querer, apretó el gatillo apuntando a su cabeza. 

Otras versiones aseguran que Hemingway estaba sufriendo un deterioro mental y que no soportaba saber que su cabeza dejaría de funcionar como siempre. Quizá se rindió. Quizá no pudo imaginar cómo sería ser Ernest sin su ingenio, ese que lo transformó en Hemingway.
“Una vez que escribir se ha convertido en el vicio principal y el mayor placer, solo la muerte puede ponerle fin”, dijo en algún momento de la mítica entrevista que el periodista George Plimpton le hizo para la revista Paris Review. Ese mismo día, también admitió que un mal estado de salud es perjudicial para cualquier escritor porque ataca el subconsciente y destroza las ‘reservas’. Reconoció que escribir nunca fue fácil, ni siquiera para alguien como él, y que el final de Farewell to Arms fue reescrito 39 veces simplemente porque las palabras no estaban donde debían. 

“No te podés morir si no te das por vencido”, reflexiona la esposa de Harry en The snows of Kilimanjaro, un cuento corto que Ernest Hemingway publicó por primera vez en la revista Esquire, allá por 1936. Harry, álter ego del autor y protagonista, está muriendo lentamente de gangrena y en su eterna espera, reflexiona sobre su vida de escritor y las obras empezadas que nunca terminará. Podría decirse que Hemingway habla a través del personaje principal, que las palabras que salen de la boca de Harry no le pertenecen, que en realidad, son de quien lo inventó.

“No te podés morir si no te das por vencido”. Hoy, después de medio siglo sin él, esa misma oración se tiñe de un negro que premonizaba que tal vez, Ernest Hemingway bajó los brazos y tomó la decisión de su vida: quitársela.

2 comentarios:

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  2. "I love sleep. My life has the tendency to fall apart when I'm awake, you know?"
    Dijo Ernest un día. Quizá era momento de dormir para siempre.
    Me gustó la nota, me gusta el hecho de mencionar a Hemingway que a mi entender, es un poco subestimado.
    Creo que mucha gente se siente estafada al encontrarse con su simpleza. Lo que pasa es que lamentablemente no entendieron nada. Todos somos el viejo Santiago arrastrando el tiburón de nuestras vidas.
    Hace 50 años Ernest no quiso pescar más.

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